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El Goldo

Rubén Patrizi

Argentina



¡Ah!. ¡Goldo!.... Como le dicen por ahí sus amigos, quiere rebajar....

Empieza muy temprano en la mañana, cuando nadie lo ve, a medirse los pliegues de la cintura y le va diciendo a su mujer, en una perorata infinita, su nueva promesa -que es como la número mil- de quitarse unos cuantos kilos

Pero inmediatamente, cuando empieza a calentar el carro, se olvida de la promesa, y se come por lo menos dos -que yo sepa- arepas bien resueltas. Las rellena con lo primero que consigue..Casi siempre....

Les mete huevos, jamón o chorizos, queso, algún tomatillo, salchichitas, y eso sí, mucha, pero mucha mantequilla, y justo antes de comérsela, se persigna, no, como para pedir bendición por los alimentos digeridos o por digerir en ese día, sino, para que el Señor de los cielos le impida que ése alimento le engorde

Por el camino hacia su trabajo, va recorriendo sitios de ventas de empanadas, o se mete en alguna lunchería, y allí, el muy capaz, se manduca, varias empanadas sin remordimiento. Siempre, un mínimo de cuatro, y eso no es todo, acompañados con sus respectivos jugos o refresco de cola.

A la hora del mediodía el hambre es atroz. Su madre y su esposa lo esperan ansiosas, cariños una, mimos la otra -sin orden- y él muy orondo, se sienta en la mesa a degustar. ¡No!. Pero antes, se va a lavar las manos y en ese trayecto, un pequeño bocadillo lleva a su boca.

Su almuerzo es consumido con toda normalidad. Un plato con abundante pasta, mucha salsa, queso a rebosar y luego, otro plato; con pollo o arroz, un plátano, ensalada, pan y par de refrescos, faltando solo el postre, que se lo lleva para comerlo en la cama justo antes de echar la siestecita.

¡Ah! Me olvidaba, antes del postre el amigo va donde las ollas para robarse alguna presita o saborear el rastro de lo que haya quedado en ellas.

Creo que en esa casa no hay necesidad de lavar los platos; él se encarga de limpiarlos.

Por la noche hay una renovación de juramento, pero justo antes de la cena, se traga otro par de arepas rellenas de quien sabe que cosa. Lo que se le ocurra, la única observación es; que esté bien grasosa.

Luego empieza su rutina de ejercicios.

Caminar un par de cuadras y regresar jadeando a la cocina, a ver si consigue alguna morcillita o salchicha como para amortiguar, o en su defecto, su golosina preferida, un delicioso chorizo. Mientras jura y perjura que todos esos bocaditos serán historia en cuanto él empiece su régimen dietético, que tiene cerca de quince años empezando.

Y, se va rodando a dormir...

 

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