Había una palabra a la deriva,
quien caminaba por la vida
cubierta de sangrantes heridas
de distancia y de tiempo.
Deambulaba sin consuelo,
no comprendía su razón de ser.
Encontró un nido en mis lágrimas,
lavé todos los dolores
y la acuné del desengaño.
Conocíamos muy bien
el silencio a soledades;
quedamos al resguardo
de los cantos de sirenas.
Con mi cobijo,
fuimos una sola,
aunque en un limbo
sin sueños.
Pero un día de plenitud en primavera
ella voló de mi pecho en un estallido,
cual gaviota en busca de su mar.
Yo la seguí en el deslumbrante viaje,
unté mi piel de azahares y fragancias,
podía tocar las estrellas de la mañana
y contemplaba soles en las noches.
A la palabra que anidaba en mi
suave como un pétalo
y arrobadora como rosa encendida
por fin la dejé parir la vida.
Esa palabra que un día la resguardé
del dolor del desengaño,
hoy viaja libre constelada:
acariciando, consolando,
perdonando, naciendo,
muriendo, volviendo a renacer
sin importar cuanto dolor
le causen los desgarros del alma,
ella sólo sabe que algún día será feliz.
Muchas veces está a punto de fenecer,
pero sigue adelante
y sé que lo hará hasta que termine
el tiempo de los tiempos.
Esa palabra se llama : AMOR.
Xenia Moraxeniamora@ciudad.com.ar