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Ausencia de la educación

Carlos Benítez Villodres

España



Ausencia de la educación
 
 
Por Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)
 
 
Cualquier individuo es por naturaleza un ser social, pero es evidente que cada vez le importa menos las demás personas, ya vivan en su entorno o lejos de él, y más su “yo”, quizás por un egoísmo desmesurado. Esta preocupación por el propio ego y ese desinterés sumamente marcado por el prójimo, ¿es producto de los cambios constantes, aunque lentos, de la sociedad o es que con el paso del tiempo el hombre se distancia de sus semejantes para encerrarse más en sí mismo?
 
Ciertamente es una necesidad vital para el ser humano el socializarse con su entorno. Este proceso de socialización se cimienta en las enriquecedoras relaciones interpersonales, tanto directas como indirectas. ¿Han notado cómo en los últimos tiempos los vocablos “por favor” y “gracias” están desapareciendo?
 
Si nos pasa esto a los adultos, ¿qué podemos esperar de los niños? Ellos aprenden lo que ven, ni más ni menos. Antes uno se sorprendía si un niño entraba a algún lugar y no saludaba, ahora nos sorprendemos si lo hace, si pide algo, anticipando sólo dos palabras...: “¿por favor, me alcanzas el lápiz?"
¿De qué forma estamos viviendo? ¿Por qué esta ausencia de educación se está tornando tan normal? ¿Por qué estamos perdiendo los valores que nos edifican y dignifican como seres humanos?
 
Entendemos por valores a todas aquellas actitudes y sentimientos que caracterizan al ser humano y lo impulsan a desenvolverse de una u otra forma, de acuerdo a pautas conductuales y principios éticos, interiorizados a partir de la influencia educativa de la familia, escuela y sociedad.
 
Actualmente, uno de los grandes problemas que tiene el individuo y la sociedad es la pérdida de valores, es decir, nos han limitado nuestra situación como persona y como parte de una sociedad justa, libre y democrática.
 
Las palabras, ya reseñadas, no son la única forma de mostrar respeto hacia los demás, pero pregunto: ¿tan mal suenan como para no decirlas?, ¿pasaron ya de moda? Si bien es bueno y hasta necesario adaptarse a los cambios, algunos parámetros no deberían perderse, porque es, quizás, la única condición que nos hace diferentes a los perros, gatos, plantas y otros seres vivientes. No utilizo la palabra “animales” porque a veces uno no sabe a quién incluir en esta categoría.
 
Si bien la escuela, además de instruir, educa en valores, la primera que debe hacerlo es la familia, siendo esta última la primera institución donde se da el proceso de socialización de los individuos que luego pasan a ser sujetos activos de esta sociedad. Un ejemplo más de la importancia de la presencia de la familia y la escuela en el niño, en el adolescente.
 
La crisis de valores y principios en nuestro país es la principal causa de la mayoría de los problemas que estamos atravesando como persona y como nación. Si queremos reconstruirnos a nivel personal, familiar, y social, es esencial rescatar los valores intrínsecos a nuestra naturaleza. Para que esto sea realidad, tenemos que empezar por nosotros mismos, revisando y analizando cómo actuamos; si debemos fortalecerlos o desarrollarlos y luchar por ellos, para poder transmitirlos con nuestro ejemplo a las nuevas generaciones.
 
A nuestro país se le hará difícil mejorar si nos cruzamos de brazos y esperamos a que otros den el primer paso, es decir, si nos conformamos con lo que vemos y oímos a nuestro alrededor, sin defender nuestros principios sin temor al qué dirán o pensarán los que opinen lo contrario.
 
No debemos de abstenernos de expresar nuestros criterios, si éstos son constructivos y éticos. Defendamos todo lo bueno y recto, noble y justo de nuestra naturaleza humana, que exalta nuestra dignidad y enaltece nuestro ser.
 
Seamos nosotros mismos. Busquemos en lo profundo de nuestros corazones las verdaderas respuestas a las diversas y múltiples controversias que nos presentan algunos sectores de la sociedad, enmascarados de verdad, justicia y modernismo.
 
Los valores son eternos e inmutables y serán los mismos ayer, hoy y siempre, a pesar de los avances de la ciencia y la tecnología. En ellos, radica precisamente lo que nos distingue de las máquinas y de los animales; en los mismos se encuentra nuestra esencia de seres humanos. Rescatemos nuestros valores y principios morales, y podremos observar cómo nuestro entorno, nuestro país, nuestro mundo… cambiarán.
 
Para nadie es un secreto que en nuestro país el índice de delincuencia ha aumentado aceleradamente. Hechos de violencia, robos, asesinatos a sangre fría, ajustes de cuentas y conflictos entre bandas de barrios, son el pan nuestro de cada día.
 
En la actualidad, se está viviendo un problema de inseguridad que no se debe específicamente a la falta de policías en las calles, sino más bien se trata de un asunto de mayor profundidad.
 
Estamos padeciendo la herida de una sociedad que está debilitada, pero… ¿por qué está debilitada, ¿por qué crece el índice de delincuencia?, ¿por qué la educación brilla por su ausencia? Todos debemos tomar conciencia y trabajar por la unión de la familia. Asimismo, el gobierno debe ofrecer facilidades y protección a cada uno de los miembros de la familia. Si una familia no está constituida por el amor, si no hay auténtica preocupación de los progenitores por sus hijos, si la economía familiar es escasa…, el hogar empieza a debilitarse por completo. Es por ello que tenemos hijos y hogares destruidos.
 
La edad más importante de los niños son los primeros seis años, ya que en ese lapso es cuando queda grabada la estructura de la personalidad futura. Si a esa edad se carece de amor, de cariño, de la presencia y la preocupación del padre o de la madre, ya que ambos deben inculcar los valores al pequeño, estamos ante una deficiencia que no podemos obviar, y si a eso le añadimos la falta total de educación, me pregunto ¿qué puede esperar un niño o un adolescente en estas condiciones? Ahora a meditar lo leído.
 

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