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ENTRE CABOS Y LEYENDAS: DESDE PUNTA EUROPA A CABO CREUS

Valentín Justel Tejedor

España



ENTRE CABOS Y LEYENDAS: DESDE PUNTA EUROPA HASTA CABO CREUS

Aquella tarde de abril, la mar se encontraba empenachada y embravecida, con crestas exornadas por brillantes diademas de espumas albares. Aquella era una mar iracunda, que en sus violentos y constantes vaivenes parecía describir una coreografía maléfica. Sus oscuras aguas descendían a profundas hondonadas quebradas, a abismos de infinito calado, para después resurgír con virulencia desde los fondos marinos, y en su ansia por alcanzar la superficie trazaban impetuosos rociones, que salpicaban con furia a un cielo moteado por las oscuras nubes de tormenta. El levante racheado no cesaba de arreciar, removiendo incansablemente, unas aguas frías que se debatían entre el azulenco y el blanco perspicuo.En contraposición, a aquella tempestad, en lo alto de los acantilados de Punta Europa, un faro enhiestado e impasible, contemplaba con naturalidad aquel maravilloso espectaculo de la naturaleza. Destacaba su columna cinturada por una banda rojiza central y dos albares, y su mirada, que ya entrada la noche, alcanzaba su completa brillantez, para luego desvanecerse, en un ciclo continuo y uniforme de incandescencia.El intenso reflejo de su fulgor sobre la superficie del mar, evocaba fielmente, a la mismísima luna nueva.Tras el ocaso vesperal, con las primeras horas del alba, se vislumbraba en el horizonte una neblinosa silueta, que al clarear, describía la inconfundible orografía del Atlas Subsahariano, de los siete montes de la conquistada y reconquistada Ceuta, y de las pobladas montañas del Rif.

Así, dejando atrás, la estela de las columnas de Hercules, y sus leyendas nos dirigimos hacia otro enclave privilegiado de la naturaleza, el Cabo de Gata, un enigmático lugar de fuertes contrastes, donde quizá lo más llamativo sea un entorno geologicamente bello de origen volcánico, formado por cerros escarpados de andesita, y colores violáceos, gríseos y terrosos, que contrasta abiertamente con un horizontal mar de cristal, que sin duda, enamora al visitante.Esta Tierra de Fuego dormido, aún conserva los restos erosionados de lo que un día fueron magmáticos volcanes, con agujeros, covachas, socavaduras, filones de dacitas, columnas de enfriamiento, y espesas coladas de lava solidificada, que llegan a fascinar a quien llega hasta el promontorio de la Punta del Cuchillo, bordeando previamente el cónico Cerro de la Testa.Al llegar allí, un insospechado atractivo aguarda al visitante, pues abajo sobre la base del abrupto acantilado del antiguo Fuerte de San Francisco de Paula, en un misterioso arrecife, formado por numerosas agujas y escollos rocosos, que despuntan con procacidad sus escarpados riscos y espínulas sobre un encalmado mediterráneo, se encuentra el arrecife de las Sirenas, que según cuenta la leyenda recibe este nombre porque sus formaciones rocosas semejan un gran parecido corpóreo con bellas sirenas marinas, también hay quien añade que los navegantes confundían las vocalizaciones de las focas con los cantos de las sirenas.Así dejando atrás este entorno paradisiaco de abruptas calas, de bahías y ensenadas de fina arena, de bellas salinas…nos dirigimos hacia el Cabo de Palos, donde según dicen, algunos días de oleaje, todavía se puede escuchar el sonido de la campana del vapor "Sirio", un trasatlántico italiano que naufragó frente a estas costas en la tarde del 4 de agosto de 1906…..con mar llana, y brisa suave, un brutal encontronazo con el bajo de Fuera en las islas de las Hormigas echó a pique las ilusiones de los cientos de emigrantes que se dirigían al Nuevo Mundo, en busca de oportunidades. Son muchos los pecios que se encuentan sumergidos en este área de la costa murciana, donde se extienden casi en línea recta los bajos de los Pajares, de la Testa, del Piles y el de Dentro.Pero olvidemos esta tragedia naval, y admiremos la belleza de este entorno paisajístico y natural, del denominado Campo de Cartagena.Así, tras ascender por el nigérrimo asfaltado espiral, hasta los miradores del faro de Cabo de Palos, la panorámica es ciertamente asombrosa; hacia el Norte geográfico se extiende la franja costera de la Manga del Mar Menor, y hacia el Sur, tras las sierras prelitorales entre las siete colínas de Molinete, Monte Sacro, Monte de San José, Despeñaperros y Monte de la Concepción, aparece la ciudad de Cartagena, un bellísimo y estratégico enclave cargado de historia, en donde según cuenta la mitología el general Escipión "El Africano", tras la toma de la ciudad, llevó a cabo una de las más honrosas acciones que servirían como ejemplo para el pueblo romano: el triunfo de la virtud sobre el deseo. Así, tras la conquista de la villa los ejercitos del general Escipión hicieron prisionera a una bella princesa celtíbera, prometida del caudillo Luceio. El padre de esta acudió en presencia del general para ofrecerle el pago de un gran rescate.Escipión en lugar de convertir a la princesa en una de sus esclavas, aceptó el rescate dejando el mismo para dotes de bodas.Este legendario episodio, recogido por Polibio ha sido, a posteriori, motivo de inspiración para numerosas manifestaciones pictóricas, literarias, y operísticas.

Desde Cabo de Palos, en esta ocasión nos dirigimos hasta el emblemático Cabo de la Nao, desde cuyo mogote en las elevadas alturas, saledizo balcón privilegiado frente al mar, con recortadas cornisas calizas, e imponentes acantilados verticales de más de ciento cincuenta metros de altura, se respira la sosegada quietud del Mediterráneo, sólo interrumpida por el planeo de las gríseas gaviotas, que recorren este lugar una y mil veces, quizá con el único propósito de admirar reiteradamente su extraordinario encanto.

La mirada recorre una y otra vez la superficie de un mar, calmo con rizos de escamas, provocados por una brisa permanente que envuelve el paraje en un halo de frescura inolvidable. El paisaje resulta ciertamente fascinante… en la base de sus aplomados acantilados se abren grutas y cuevas marinas de ensueño.Desde esta misma perspectiva se pueden admirar las denominadas Pesqueras de la Muerte.Junto a este entorno de belleza surgen dos islas: El Portitxol y El Descubridor, que exornan con maestría un emplazamiento que destaca por si mismo.

A escasos kilometros de allí siguiendo la línea costera en dirección Norte, nos encontramos otra de las joyas de la naturaleza.En el amanecer de España, surge el Cabo de San Antonio desde donde se puede vislumbrar, en los días claros, la mágica silueta de la Isla de Ibiza, junto a su centinela de piedra Es Vedrá.Es esta una idílica y romántica imagen que nos sitúa, en un punto geográfico verdaderamente maravilloso. Desde este lugar columbrar el inicio del alba, envuelta todavía en las sábanas del silencio, es vislumbrar como las aguas de seda, deslizan sobre su superficie de saten un cálido reflejo dorado, que brota desde el lejano e ígneo horizonte, extendiendo su haz de luminosidad áurea hasta los escarpados y nigérrimos cantiles litorales.Unos desgalgaderos todavía obscuros por el fosco resplandor de la incipiente mañana, que recortan sus excrecencias a contraluz, sobre un fondo de nubes coccíneas y arreboladas, que exornan un cielo tímidamente enardecido de fuego.El aliento de la brisa recorre mudo el ácueo espejo, como un naúfrago perdido en alta mar. Tan sólo se escucha un murmullo cuando arriban las olas de pleamar, a celebrar sus esponsales con los arenales del litoral.

Siguiendo la línea costera en dirección Norte, llegamos hasta el Cabo de Creus, enclavado en una península abrupta y rocosa, con numerosas entalladuras que forman reconditas calas, donde incansablemente sopla la fresca y racheada Tramontana, y el impetuoso Levante, convirtiendo este lugar que se extiende desde Bol Nou, hasta la punta de Falconera, en un recóndito paraíso del viento.

De este enclave privilegiado se cuenta una hermosa leyenda.Así, se dice que Orfeo llegó a enamorarse perdidamente de Venus, hasta tal punto llego su amor hacia ella, que desafiando la cólera del marido de ésta –Vulcano-, algunas noches acudía a rondarla con su lira.Venus en un principio desoía las bellas melodías de amor que le dedicaba su amante Orfeo, pero con el transcurrir de los días, abrió su balcón y escuchó los cantos que la cautivaron.Sin embargo, el dios Jupiter que también pretendía a Venus, acudió sorpresivamente a hablar con Venus y le declaró su amor.Venus no pudo resistirse al encanto del dios y aceptó.Al enterarse Orfeo de la traición de Jupiter y Venus, embarcó en un velero con la firme intención de encontrar la felicidad en otro lugar.

Tras una fuerte tempestad, la nave de Orfeo naufragó, siendo arrastrado éste hacia un pequeño farallón, al llegar allí, y viendo que estaba exhausto para nadar hacia la costa, al contemplar la belleza del lugar, decidió componer una oda y comenzó a recitarla, este cántico era tan bello que los peces, las estrellas y las aves acudieron a Neptuno a decirle que Orfeo había llegado hasta allí.Los majestuosos Pirineos también sucumbieron al himno de Orfeo, así al acercarse a el para escuchar más cercanos los melodiosos acordes de la oda, ocurrió una inesperada hecatombe que precipitó parte de sus moles hacia el mar, permitiendo que Orfeo accediera a tierra firme, en lo que hoy se conoce como Cabo de Creus.

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