Ingrid, secuestrada por las FARC en 2002, ha llegado, en sus seis años de cautiverio terrorista, a convertirse en un símbolo del secuestro en el mundo. Mientras competía con Álvaro Uribe por la presidencia, fue capturada en el curso de un viaje electoral, unos días antes de la ruptura de Pastrana con las FARC. “Esto, decía emocionada, supuso un profundo sufrimiento a mi familia y la muerte de mi padre. “Agradezco a Dios y a los soldados de Colombia, a Francia, a la comunidad internacional y a la prensa esta victoria”. “Yo actué por compromiso con la gente que, pensé, me necesitaba”.

La cesión de Uribe a unas negociaciones en plano de igualdad con los terroristas, sólo hubiese servido para legitimar y beneficiar a la narcoguerrilla. Un gobierno democrático no debe jamás sentarse a dialogar con terroristas. Ya se ha comprobado, que, con el terror, no cabe el diálogo, no es posible llegar a ningún acuerdo; tiene la mente reducida a ínfimo marco y el cerebro cerrado y lavado; en su convicción obtusa y fanática, solamente imponen y exigen y que el gobierno se arrodille, ceda y claudique. La misma Betancourt, en un valiente mensaje, enviado hace dos años y medio por las FARC, en prueba de su supervivencia, aseguraba: “Uno no puede renunciar a sus derechos, a su libertad, ni siquiera por prudencia. Rescate sí, definitivamente sí, por principio, pero no cualquier rescate: rescate con éxito”. Y el rescate llegó gracias a la Operación Jaque que llevó a cabo el Ejército tras infiltrarse en las FARC y hacer creer a dos rebeldes de guardia, que iban a una cita con el máximo jefe de la guerrilla.

El éxito consiste en derrotar a los terroristas, no en que no haya vencedores ni vencidos. El ejemplo de Colombia ha venido a ser una modélica actuación para los observadores y, en especial para España. Una nación atónita ante los llamados “procesos de paz”, chantajes y bandazos en la engañifa. Se ha dicho y pensado, que esta es una intervención sin precedentes que pasará a la historia por su audacia.

Ingrid Betancourt no pudo presentarse a las elecciones colombianas y contar los votos obtenidos en su campaña, pero los hados benignos le han concedido pasear, en triunfo, su minúscula persona a los ojos admirados de mucha gente.

C. Mudarra