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ADORABLES PUTAS, OS INVITO A UN TÉ CON LIMÓN

Prosa poética

César Rubio Aracil

España



A vosotras, amadas putas, esta prosa poética, en recuerdo y gratitud por los servicios que en alguna ocasión me prestasteis.

Porque sois, como la espuma del mar, hijas de la furia y nietas de la soledad, os invito a un té con limón cerca del rompiente, donde el bramido oceánico vacía el alma de tabúes para colmarla después de glorificación. Así vosotras y yo, asidos por unos instantes a la efímera libertad del suspiro, orbitaremos por las galaxias donde el amor se asemeja a un estallido. Con besos a las olas y abrazos al horizonte –té con limón y tiernas paganías-, ¿os dais cuenta, amadas putas?, seremos, por fin, comprendidos. No por los hombres y mujeres que os detestan (a mí también por sentirme solidario con vuestro dolor), sino por el ánima mundi que secretea con las estrellas al amparo de la soledad humana. Vosotras, diosas humilladas por la intolerancia y yo, mortal herido por los sentimientos, vaguearemos largamente (los minutos son una mortaja del tiempo), mientras dure el ritual de té con limón, por los amplios caminos siderales donde Dios, arrepentido de sus errores y ausente de nuestra ruta por mor de su magna sabiduría, forzará con una sonrisa un nuevo arco iris con los magníficos colores del silencio y la soledad de las afligidas putas en las esquinas; no de las otras, esas que por incrementar su status y corear melodías celestiales con la ayuda de los ángeles rubios, secuestran la dignidad de la pobreza enarbolando en las revistas del corazón la bandera de vuestra derrota: la ruina material.

No quiero que en esta tarde de té con limón, el enojo marino, vomitando su desencanto a vuestros desnudos pies de odaliscas del asfalto, me digáis que esperáis con ilusión a la Parca para sentiros dichosas. No, amigas rameras. Allá sólo existe el sombrío mundo del estatismo, donde nada se puede sentir. Es aquí y ahora, con nuestra liturgia vespertina, donde podemos encontrar un reflejo sutil de lo que hemos convenido en llamar felicidad. Aprovechemos estos momentos, el sol declinando tras las montañas, para sentir lo que sólo sienten aquellos y aquellas que ansían contemplar la aurora boreal. Y hagamos el amor con el oleaje, hijas de las Erinias, para engendrar el beso que Dios se olvidó de dar a las putas durante los días que tardó en completar su creación.

César Rubio (Augustus)

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