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REFLEXIONES EN TORNO AL NÚMERO DE AVOGADRO, LA NANOTECNOLOGÍA Y LA BIOLOGÍA MOLECULAR

De lo infinitamente pequeño, a la fascinación

César Rubio Aracil

España



Después de haberme tomado unas cortas vacaciones, algo lejos del agobiante calor agosteño, deseo sintetizar con pocas palabras mi experiencia intelectual vivida a la sombra (mejor decir, a la luz) de revistas y libros científicos de carácter divulgativo. Sería egoísta por mi parte silenciar los mágicos momentos que ofrecen las buenas lecturas a las personas capaces de sorprenderse ante los hallazgos científicos de actualidad.

Yo conocía desde hace tiempo el valor científico que supone el llamado número de Avogadro, pero lo sabía de una manera rutinaria, sin profundizar en el alcance de semejante descubrimiento. Sin embargo, al inducirme ciertos comentarios técnicos a involucrarme en el tema, mi sorpresa ha sido suficiente como para sentirme subyugado por lo infinitamente pequeño. Que un mol o constante de Avogadro equivalga, redondeando, a 6,022 . 10 elevado a la potencia 23, estimando su valor en partículas, es algo, al menos para mí, capaz de marear. Imaginemos la cantidad de átomos de calcio que habría que colocar en fila para completar la distancia de un centímetro: 50 millones. Otro ejemplo: contando las partículas que arroja el número de Avogadro, a millón por segundo, se tardaría aproximadamente 20 millones de años en contarlas todas. No obstante, mi sorpresa no termina al establecer comparaciones entre el microcosmos y su oponente, el universo estelar. Al ir avanzando en el estudio de las disciplinas, física y química, otra inesperada impresión me sumerge de nuevo en una indescriptible admiración: el mundo de la nanotecnología, donde la unidad de medida queda establecida en la milmillonésima parte del metro o lo que equivale a lo mismo, una millonésima de milímetro. Al margen de estas cuestiones, tan simples para un físico y tan enrevesadas para un lego en la materia, el auténtico pasmo, la campanada, no me llega de lo puramente anecdótico, que supone quedarme con la boca abierta ante las magnitudes relatadas, sino de la reflexión sobre los componentes de la vida y su laberíntica formación, hasta llegar al instante reproductivo o replicación de la materia orgánica. Ahí es donde me siento mentalmente colapsado e intelectualmente complacido.

Dice Nicolás García (director del departamento de nanotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que en algún punto de la complejidad de las moléculas se bifurca la vida (1). ¿Quiere decir este señor que de la materia inerte surge la vida? Al parecer, si no estoy en un error, sí. Sin embargo, mi mente cuadriculada me dice, ¡no! Sigo pensando (hace bastantes años que no ceso de darle vueltas y más vueltas a esta cuestión) que todo, absolutamente todo en el Universo, es vida. Vida más o menos consciente que, llegado un punto crítico de complejidad, tiene suficiente fuerza y capacidad para replicarse, sea de manera asexuada o no. A mayor complicación, pienso, más elevada conciencia. Si un fotón sabe comportarse como onda o como partícula, según circunstancias, ¿no lleva incorporada en su estructura alguna información para saber qué hacer en cada momento? ¿O se trata de una cuestión puramente mecánica, inducida u ordenada por alguna entidad física de mayor rango, hoy desconocida? En cualquier caso –esto es lo más sorprendente para mí-, en el experimento de la doble rendija el fotón se comporta como partícula si una de las dos rendijas está cerrada y como onda si tiene libres ambas aberturas. ¿Es todo esto cuestión de información? Veámoslo.

Piensa el Premio Nobel de Física, Einrich Rohrer, inventor del microscopio de efecto túnel -capaz de fotografiar átomos- que la frontera entre inteligencia, materia viva y materia muerta será cada vez más difusa (2). Este pensamiento, en alguna medida, viene a avalar mi convicción de que todo en el Universo es vida. Si estoy equivocado nunca lo sabré, ni tampoco es de mi interés doblegar los secretos existenciales a mi comprensión. Prefiero sentirme vivo sabiendo que el conocimiento absoluto de la verdad me privaría del gozo especulativo. Si Dios existe y, en consecuencia, conoce todo, presente, pasado y futuro, ¡valiente aburrimiento el suyo! Hecho este inoportuno paréntesis, voy a intentar centrarme en lo referente a la citada información a niveles atómicos, donde seguramente habré de extraviarme dada mi ignorancia científica.

Parece ser que es en el ensamblaje molecular –aguas abajo la ensambladura atómica- donde se transmite el conocimiento de la Naturaleza, que a través del dilatado tiempo evolutivo ha ido acumulando con la paciencia del orfebre. Mas, me pregunto: ¿cómo se comunican los átomos y moléculas entre sí? Por medio de la complejidad química, supongo, pero ¿cómo lo hacen, hasta alcanzar la conciencia? ¿Lo mismo que el periodista recoge la noticia, la lleva a su periódico, el redactor la corrige y el director autoriza su publicación? Me parece demasiado simple. Demasiado simple, insisto, porque en el proceso físico/químico que lleva a Natura a crear vida intervienen infinidad de fenómenos: aminoácidos combinados con, neuronas asociadas a, enzimas (amilasas, diastasas, lactasas, lipasas, etc.) catalizando con la rapidez del rayo, además del monumental embrollo hematopoyético y el no menos complicado proceso fisiológico… ¡Qué sé yo!

¿A qué aspira la nanotecnología?, ¿a robotizar lo infinitamente pequeño una vez conocida y aplicada la técnica del ensamblaje atómico? Me da miedo pensar en estas cosas, pero me atraen sobremanera y, por lo tanto, comprendo la curiosidad de los investigadores por saber cada día más. Nada, ni leyes parlamentarias ni reparos religiosos serán capaces de frenar el insaciable apetito del saber científico, y estoy convencido de que será para bien, no sé si del ser humano o el de la propia Naturaleza que nos tiene ahí, pisando la tierra, siendo consciente de que lo que verdaderamente importa no es el hombre y la mujer, sino el triunfo final del Universo. Porque si el humano desaparece, no por ello quedará condenada la inteligencia al ostracismo.

NOTAS

(1) Citado por PUNSET, Eduardo (2007). Cara a cara con la vida, la mente y el Universo. Barcelona: Destino, Ciencia, p. 427

(2) PUNSET, Eduardo. op. cit. p .411

El citado libro de Eduardo Punset tiene la virtud de hacer llegar al lector/a no especializado/a, en buena medida, con lenguaje sencillo y atractivo, el estado actual de la ciencia. Se trata de un texto que se puede encontrar en cualquier buena librería.
César Rubio (augustus)

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