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RESPUESTA A "25 AÑOS DE GLORIA"

César Rubio Aracil

España



Acabo de leer el artículo de D. Valentín Justel Tejedor titulado "25 Años de gloria" y, sin detenerme a examinarlo de forma concienzuda -sólo grosso modo-, me atrevo a responder a su autor con el máximo respeto y la consideración que me merecen sus dignos criterios, con el fin de matizar algunos aspectos, para mí fundamentales, de su valoración respecto a nuestra Carta Magna y al cumplimiento de la misma.

"Cinco lustros de período constitucional vienen a poner de manifiesto la fortaleza de nuestra Carta Magna". De este modo comienza el artículo del señor Justel. De acuerdo. La fortaleza de nuestra Constitución es firme. Sin embargo, me pregunto: ¿Por qué esa solidez constitucional? ¿Por el respeto
que le brinda la ciudadanía a nuestras normas de aparente, pretendida convivencia justa? En este aspecto, también estoy plenamente identificado con D. Valentín. Pero vuelvo a preguntarme: ¿Significa respeto, es decir, acatamiento a la voluntad popular -oh, permanente contradicción-, la indolencia de un pueblo que, por lo general, lo único que le interesa es la cultura del consumismo y la pretensión de que se lo den todo hecho, masticado y metabolizado en los intestinos cerebrales de los políticos de
turno? ¿Demuestran respeto a la Constitución la apatía ciudadana ante los problemas políticos, los abusos de poder, la malversación de fondos, el expolio de las arcas nacionales, la prepotencia parlamentaria de la mayoría absoluta -originada por un pueblo conformista-, y el ¡viva la Pepa! de las
pasivas conciencias? Que me responda el señor Justel, no con sofismas -que estoy en condiciones de desarticularle-, sino con los sólidos argumentos de una praxis que evidencie la participación del pueblo (pueblo somos todos: los ricos y los pobres, los listos y los tontos, las minorías dirigentes y las masas). Que me lo demuestre con hechos.

"... este buen estado de salud, tiene su origen, por un lado, en los criterios inspiradores de la misma que los padres de la Constitución conjugaron para elaborar un texto con vocación de permanencia y futuro; y por otro lado, en el amplio respeto a la misma tanto por las instituciones públicas como por la ciudadanía en general", sigue postulando el autor del mencionado artículo que trato de contestar con la mano puesta en el corazón y, por lo tanto, sin ánimo de inútiles polémicas.
¿Significa respeto a nuestra Constitución, por parte del Gobierno actual, el hecho incontestable de que éste se embarque en una injusta guerra, sin atender a las voces oponentes del Parlamento y a las manifestaciones multitudinarias de un pueblo que por intuición, más que por consciente solidaridad con las naciones oprimidas por Bush y el capitalismo feroz, universal, detesta?

"... se proclama la aconfesionalidad del Estado .." , dice muy bien nuestro articulista. Se proclama. Pero -añade un servidor-, ¿Se cumple? Ahí tenemos las prebendas y canonjías que el PP le concede a la Iglesia. A la iglesia Católica Apostólica y Romana, por supuesto. La sinecura, la concesión gratuita a cargo de los impuestos. También, cómo no, la implantación obligatoria de la asignatura religiosa y la elección, por parte de los inquisidores de antes -ahora disfrazados con piel de cordero- del profesorado. Aconfesionalidad. Me reservo el taco, por respeto al amable lector.
Paso de largo, por no hacer interminable mi respuesta al señor Justel, de la creación artificial y estructuración de las autonomías que, por tapar la realidad de un Estado plurinacional (Castilla, Galicia, Cataluña y Euscadi), han fomentado un nuevo, costoso, centralismo comunitario, diversificado en
una nación todavía a leguas de distancia del poder económico y cultural de las principales naciones europeas (Francia, Alemania e Italia, por no citar otras). Y paso también de otras observaciones de nuestro querido autor. Pero no voy a "pasar" de la sibilina intención del señor Justel respecto a los
nacionalismos.
Celebro que en Cataluña, recientemente, haya habido una coalición de izquierdas. Ya era hora de que Convergencia cayese. Sin embargo -y sin entrar en mayores profundidades, porque he de irme a la playa a tomar el sol-, lo que pretende Izquierda Republicana es acelerar el proceso de independencia catalana que ansía, antes de que se consolide la Constitución europea. Porque, a partir de ese momento, ya no habrá posibilidad alguna de fragmentar nuestro país. ¿Acierto, don Valentín?
Ya está bien de milongas. Bailemos hoy un vals, ya que es Nochebuena. ¡Ah! Y hagamos sonar la pandereta. Porque acaba de nacer el niño Dios; el Dios que nos ha de "salvar" a los incautos.

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