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CRÓNICAS DE VERANO

FRAGMENTO

Valentín Justel Tejedor

ESPAÑA



CRONICAS DE VERANO

La celebración de las bodas de plata para Ana y Antonio, supuso un verdadero derroche. Así, decidieron reservar una suite de lujo en uno de los hoteles más distinguidos y elegantes de la capital madrileña.
Hasta entonces la suntuosidad de estos establecimientos tan solo la habían podido disfrutar a través de la televisión, sentados en el sofá de su casa típica aragonesa, enclavada en el pequeño municipio de Asín de Broto, en pleno Pirineo oscense.
Así, decidieron tirar la casa por la ventana, disponiendo de unos ahorrillos que tenían en el banco depositados desde hacía algunos años.
Al llegar al emblemático hotel, y tras una bienvenida de lo más hospitalaria, el botones les acompañó a su habitación y abrió las puertas de aquel paraíso palaciego y excelso.
Ana recorría los salones de la suite con verdadera emoción, contemplando con asombro las suntuosas alfombras tejidas a mano, los exquisitos y refinados muebles de época, las sábanas de lino bordadas, y las espléndidas vistas que desde allí se ofrecían de Madrid.
Al día siguiente, mientras Antonio se afeitaba en un primoroso cuarto de baño exornado de mármol y con una refulgente grifería dorada, oyó, que el esmerado servicio de habitaciones traía el desayuno a la suite. Ana se apresuró a abrir la puerta, e instantes después ambos degustaban un suculento y magnífico desayuno, servido en delicadísimas piezas de porcelana fina, con elegantes cubiertos y bandejas de plata, los cuales, lanzaban unos deslumbrantes destellos, cada vez que un rayo de luz incidía sobre su argentada superficie.
Tras reponer fuerzas, abandonaron el hotel para comenzar su especial fin de semana. Al llegar a la puerta del establecimiento un taxi les aguardaba. La mañana se presentaba interesante, pues el planning incluía una visita monumental de la ciudad, y por la tarde habían pensado acudir al parque acuático, existente en la Casa de Campo. El taxista les preguntó educadamente, que donde quería que les llevase, quizá confundiéndoles con acaudalados turistas.
Así, Antonio le indicó en tono interrogativo, que si podía darles una tournée por los lugares más turísticos de la capital.
El taxista le respondió, que con mucho gusto les enseñaría todos los monumentos de la villa.
Mientras conversaban con el taxista de modo distendido, en uno de esos lapsos de silencio, propiciado por algún embotellamiento, se escuchaba en la radio del vehículo la emisora de Radio Nacional de España Radio 5, el locutor narraba una tras otra, las noticias del día.
Así, comenzó a hablar sobre la inauguración de la nueva playa artificial de Madrid. Ana y Antonio, prestaron especial atención a aquella singular noticia, que les pareció dificil de creer. El dicharachero taxista, al escuchar la noticia replicó:

–  No saben Uds. que revuelo se ha levantado hoy en la capital, debido a la inauguración de la nueva playa artificial.

–  Según dijeron ayer en otra emisora local, esta prevista una afluencia estimada de más de dos mil personas.

–  Es normal, pues con este calor de más de treinta y ocho grados, haber a quien no le apetece darse un buen chapuzón en esa playa, aunque sea artificial.

–  ¿Y que más han dicho sobre la playa?, le preguntaron Antonio y Ana al taxista?

–  Pues que habían extraído varias toneladas de arena de los fondos submarinos del Levante español, para depositarla aquí.

–  Además también dijeron, que han plantado varias palmeras mediterráneas y alguna californiana, para dar un aspecto más verídico, al proyecto.
Ana y Antonio se miraron, mientras el taxista seguía hablando de las virtudes de aquel nuevo reclamo turístico de primer orden para la capital.
Así cuando el Skoda Octavia, se detuvo en un semaforo cercano a uno de los monumentos más destacados de la villa.
Ana y Antonio le preguntaron al taxista:

–  ¿Vd. sabe donde esta la playa de la que han hablado en la radio?.

–  Pues claro, está en el antiguo cauce del río Manzanares, en las inmediaciones del intercomunicador de Príncipe Pío.

–  Pues llévenos allí, vamos a cambiar de planes, nos apetece disfrutar de una mañana de sol y playa.

–  De acuerdo, lo que Uds. digan.
Ya en las inmediaciones del Paseo de la Virgen del Puerto, junto a los Jardines del Moro, el panorama que se vislumbraba era ciertamente sugestivo. Las elevadas estípites de las palmeras sobresalían con sus verdosos penachos vegetales sobre el cerúleo cielo madrileño. Las sombrillas y hamacas estaban abarrotadas de gente. Y hasta había un chiringuito con un toldo en colores azules y agáricos, que proporcionaba al lugar un ambiente de placidez. La dorada arena se extendía como una franja tostada sobre la superficie de la orilla del río.
La sensación resultaba paradójica, pues llamaba la atención el contraste entre el tráfago existente en los alrededores, y el ambiente de serenidad, que reinaba en aquel lúdico espacio.
De este modo, al llegar al Arco de Príncipe Pío, Antonio abonó la carrera al taxista ofreciéndole una generosa propina. Instantes después, la feliz pareja se dirigió hacia la playa.
Mientras caminaban hacia el arenal, Antonio le iba diciendo a Ana:

–  Te das cuenta, que con esto se acaba el mito de que aquí no hay playa, como decía el grupo musical “Los refrescos”, allá por el año ochenta y nueve.
Ana sonrió diciendo:

– ¡Ay! si el viejo profesor levantara la cabeza(…)

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