Aquel verano, deseábamos salir al menos unos días de nuestra rutina, de nuestras vacaciones estivales siempre en el mismo lugar, soñábamos en espacios distintos alejados de lo cotidiano. Llegaba junio, pensaba que no se debía realizar porque estaba condicionado a una cantidad de problemas que veian innecesario un viaje de seis o siete días.
A principios de Julio, mi cuñado me ofreció la oportunidad de salir, me explicó diferentes motivos y casi me convenció, expuso argumentos suficientes que en parte originaron en mi persona la necesidad de viajar y no dejarlo u aplazarlo para otro año, puesto que llevaba dos veranos sin salir.
Planeamos el viaje en menos de una hora, pensando solamente en lugares de España que no habíamos visitado, elegimos las ciudades en función de los días y lugares a visitar.
Teruel nos marcó el primer día de viaje, donde apreciamos la plaza del torico, la catedral y el mausoleo de los Amantes de Teruel, sin menospreciar el buen jamón.
Al día siguiente partimos hacia Albarracín, ciudad que conserva sus orígenes del medievo, espacio natural protegido.
Dejamos Teruel y estuvimos un día en Zaragoza, con visita a la Basílica y sus alrededores. Después fuimos a Pamplona donde pateamos sus calles y plazas, luego a San Sebastián, donde admiramos la playa de la Concha y catedral. A la vuelta pasamos por Guadalajara.donde vimos el palacio del Infantado
Este viaje me produjo una serie de sensaciones emotivas que dejarán una huella imborrable en mi persona no por lo que vi, sino por los momentos vividos con las personas que realicé el recorrido.
A ellos principalmente dedico este microrelato como recuerdo, que denomino condicionado por una serie de circunstancias vividas y que nos quedan por vivir