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EL AMOR Y FOTÓGRAFO.

El pasaporte. La foto. El trámite burocrático. La foto de unas medidas exactas.

Carlos Reyes Lima

ESPAÑA



El pasaporte. La foto. El trámite burocrático. La foto de unas medidas exactas. El centro de Caracas. El no tener donde estacionar. La foto, la bendita foto, el enredo de buscar un Foto Estudio.

 EL AMOR Y FOTÓGRAFO.

 

El pasaporte. La foto. El trámite burocrático. La foto de unas medidas exactas. El centro de Caracas. El no tener donde estacionar. La foto, la bendita foto, el enredo de buscar un Foto Estudio.

Allí estaba carcomido por el tiempo un cartel, que a fuerza de intemperie dejaba ver su anuncio de Foto Tienda. Un local, una quincalla, un sitio donde tomarme las fotos instantáneas para el pasaporte. En una esquina donde el viento deja descansar los papeles y desperdicios, movidos levemente por la brisa, un local vacío de perturbaciones, un local solo para fotos de urgencia. En la vitrina con muchas fotos en marcos pomposos, una que otra actriz en tránsito, posando en una maniobra publicitaria, aprendida en un folletín de moda, y allí un cartel que anunciaba “ Especialista en pasaporte” las fotos de muestra, las del pasaporte frías y exactas en medida y actitud, no hay otra. Todas tienen una igualdad de género.

El local salvador. La cámara de dimensiones desproporcionadas como un fósil que espera ser despertado. El viejo risueño y juguetón, su actitud de dócil fotógrafo, de psicólogo infantil que arranca sonrisas a sus pacientes. El viejo curandero fotografiaba el alma. Componía fotos para la posteridad o para que todos en ese pasaporte pasáramos por personas decentes en el exterior. Razón de patria decía.

Razones tenía para dejarme fotografiar por este veterano de la alquimia. Para entrar en un local siempre en desalojo, siempre de mudanza. El viejo se despedía de sus útiles instrumentos de posteridad.

El viejo me tomó la foto. Esperó que la tira de papel se secara, la movía entre sus manos y observó la foto. Me vio a los ojos, como miran los hombres cuando dicen verdades.

Sin preguntar. Sin ni siquiera saber, se me confesó.

“Soy fotógrafo por accidente. Cuando era pequeño, en mi primera comunión, al ver la fotografía del grupo, yo no salía en ella. Yo no aparecía entre mis amigos. Soy fotógrafo para que aparezcan todos los niños del mundo en la fotografía. Es más, mi venganza es no dejar a nadie fuera de la fotografía”. Continúo, “venga mire”. Me mostró una foto del Teatro Venezuela, que en su marquesina anunciaba “Una mujer cualquiera” con María Félix, era viernes o domingo de 1.945. La reja cerrada, varias personas esperando y una niña con dos latas de aceite en la puerta. El fotógrafo dijo: “esa niña no estaba allí cuando tomé la foto, aparece siempre que cuento esta historia, ella es, mi conciencia o mi venganza”.

Salí de aquel local con las fotos en las manos y el orgullo en la sonrisa. Traté de regresar y el local y el fotógrafo desaparecieron. Esta mañana pasé por una foto tienda y la foto del Teatro Venezuela estaba en la vitrina, pero no estaba la niña con las latas. Había desaparecido.

Se cumplió la venganza del fotógrafo. La niña apareció al recordar esta historia. En una esquina de la foto del Teatro Venezuela, en la vitrina de la venta de chucherías una sombra, el reflejo del viejo fotógrafo con su cámara AGFA Synchro Box, vengando a todos los que no salimos en las fotos.

 CARLOS REYES LIMA

carlosreyeslima@yahoo.es

P.-S.

Cuentos Instantáneo

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