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Selección de Poemas

Bartolomé Adrover Guerrero

España



RINDO CULTO


Ya no dibujo escarchas,
ni deshojo el corazón de la piedra,
tan sólo ando descalzo
por el vasto imperio de la arena.


Me detengo junto al castillo
de la roca,
allí rezo a la tormenta,
unto mi cuerpo de la sal del agua
y rindo culto al grito salvaje,
al descomunal estallido,
el golpear del agua sobre la roca.

EN EL PARAÍSO

Hoy mi grito eclipsa la voz del trueno,
sino fuera por este aire,
por su aroma a libertad,
un torrente de dulce licor,
se adhiere a mis pulmones
y embriaga todo mi ser.

Demasiado nómada para habitar una isla,
demasiado salvaje para habitar el continente.
Hoy mi mundo se me hace pequeño
y debo gritar con la fuerza del torrente,
debo andar descalzo sobre mi tierra
y dejar que esta unte mis pies,
los alimente con su frescor.

Puedo apagar con mi grito
los vientos de la tramuntana
y encender las estrellas sobre los montes,
puedo atrapar una esmeralda,
encerrarla en el corazón del cristal
mientras las nubes se desangran.

Puedo cerrarle los parpados
a los firmamentos que callan
mientras mi grito detiene las mareas,
dibujar sombras sobre las olas,
atraer metales escondidos
y pulirlos con la luz del sol.

Puedo traicionar a las espumas
que mueren lamiendo las arenas,
puedo arrancarles sus alas,
confeccionar con ellas bellos versos
y abandonarlos en las playas
para que la noche juegue con mi palabra.

Soy capaz de derramar mis lágrimas
sobre salvajes tormentas,
atarlas a los bramidos
de la ola que golpea la roca,
conseguir que uno solo de mis sollozos
detenga la furia desatada.

Aún así,
no soy capaz de detener mi latido,
debo confesar que éste,
mi pequeño paraíso
es un lugar muy grande para mi corazón,
pero demasiado diminuto para mis pies.
Hoy me marcho...

LA BARRACA

Amante de sombras
a veces envuelta en luces,
cerca, muy cerca de las aguas,
entre cañas y azahares,
besando los cielos se alzan las barracas.

CORAZÓN DE CIUDAD

Mis pasos por la ciudad
han anidado en los espejitos
casi irrompibles de mi alma.

He navegado, ausente de vientos y aguas
junto a las entrañas,
hasta embarrancar
en el preciado escollo
del corazón de ésta ciudad.

He desembarcado
en la inolvidable aorta
que riega de luz y color
los mil caminos
de sus noches y días.

EL VIEJO CAUCE

De nuevo frente al viejo cauce,
toda la ciudad guarda recuerdo de río,
las horas desfilan mojadas
ante la silenciosa mirada
condensada de los viejos momentos.

En algún rincón de olvidados recuerdos
se yergue la dulzura condensada,
el viejo cauce, poblado hoy de la flor,
el beso de las raíces de un nuevo alba.

Así, royendo el tuétano de la aguas,
amargo-dulce momento de sabor fugaz,
encendidos los recuerdos de las aguas
me confiesan el leve deseo
de besar durante un breve instante
los suelos de su viejo lecho.

Este artculo tiene del autor.

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