1.
Si el infierno son los otros,
y tú no eres yo mismo,
sépase
que
quiero
quemarme.
2.
En el letargo hay una relación directa soledad-sangre,
sucesos infinitos tatuados en las piramidales coyunturas del cuerpo,
se asume como probable el instante geométrico,
en el que vampiros y krakems,
en un bestiario apócrifo, inédito, fetal,
quieren salirse del rastro para devorarlo.
La sangre tatuada no obtiene más que permanencia,
adhesión itifálica al cenit de la memoria,
forma cruel de mirar desde la gota de tinta.
Acto de habla sumergido en un silencio gótico,
máquina instántanea de fotografÃas en movimiento,
sangre, mucha sangre, mucha sangre divagada.
Los miembros crispados se parecen a la noche,
y la noche es apenas conciencia posible:
mera vanagloria de los que no han estado en ninguna parte.
Ni siquiera aquÃ,
lugar hipocondrÃaco donde toda la carne,
se trastoca en fantasma,
hasta matarnos.
3.
Los conos se nos presentan tan falsos,
tan concurridos,
que el bucle parece incierto.
Por eso se empieza a amar a los cilindros,
en ellos todo cabe,
incluso la nada.
4.
No hay nada
más hermoso que una pared cuarteada,
que un muro agrietado;
dejan siempre la esperanza
de que alguien allÃ,
sacrificó
un espejo.
5.
¡Qué necios tiempos!
la soledad
ya no es otra parte,
apenas una forma
de no tocarnos.
6.
Cuando te apartas,
me dueles;
ya no eres el mismo rÃo
en el que me he bañado;
me haces pensar
que el orgasmo
es apenas un silogismo.
7.
Esa fábula
de que todo lo que comienza,
necesariamente ha de acabarse,
es un mero espejismo,
una estrategia para olvidarnos
que lo bello
se precisa
por inconcluso...
Fernando Alberto Vargas