Portada del sitio > LITERATURA > Ensayos > Cultura en Argentina (I): Síntomas de la cultura salvaje
{id_article} Imprimir este artculo Enviar este artculo a un amigo

Cultura en Argentina (I): Síntomas de la cultura salvaje

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Somos bárbaros sin necesidad de invasiones extranjeras. Nos bastamos para sojuzgarnos y envilecernos. Martha Raviolo Mascaró señaló la ausencia de una «auténtica política de Estado en materia educativa» (Desenterrar al soberano, su majestad, el lector, El Litoral, 17/05/04), dictamen que no hace sino clarificar, por omisión, otras ausencias tanto o más complejas, necesarias y decisivas en la estrategia de crecimiento de un país: una política de Estado en materia de cultura, de investigación científica, de turismo, de recursos naturales, de energía, de sentido común (el menos común de los sentidos, lamentablemente) en general. Como el fotógrafo de Blow up, de Antonioni, los argentinos vemos lo que queremos ver (durante la década infame vimos al primer mundo “de igual a igual”, suspendidos en las nubes ficticias del uno a uno), y no la realidad. Salvo cuando la realidad, sea la represión en Rosario y Buenos Aires en 2001, el Salado que desborda en 2003 o la ruta 168 que colapsa, es tan evidente que genera muertos (de los cuales, de paso, nadie se hace responsable).

Síntomas de la cultura salvaje

Somos bárbaros sin necesidad de invasiones extranjeras. Nos bastamos para sojuzgarnos y envilecernos. Martha Raviolo Mascaró señaló la ausencia de una «auténtica política de Estado en materia educativa» (Desenterrar al soberano, su majestad, el lector, El Litoral, 17/05/04), dictamen que no hace sino clarificar, por omisión, otras ausencias tanto o más complejas, necesarias y decisivas en la estrategia de crecimiento de un país: una política de Estado en materia de cultura, de investigación científica, de turismo, de recursos naturales, de energía, de sentido común (el menos común de los sentidos, lamentablemente) en general. Como el fotógrafo de Blow up, de Antonioni, los argentinos vemos lo que queremos ver (durante la década infame vimos al primer mundo “de igual a igual”, suspendidos en las nubes ficticias del uno a uno), y no la realidad. Salvo cuando la realidad, sea la represión en Rosario y Buenos Aires en 2001, el Salado que desborda en 2003 o la ruta 168 que colapsa, es tan evidente que genera muertos (de los cuales, de paso, nadie se hace responsable).

Hoy los enemigos son el FMI, Bush, Krueger o el destino cruel que se ensaña con nosotros por algún ignoto karma. Por eso tanto apego al esoterismo o la magia de las “soluciones” fáciles y rápidas, sin costo, como si solucionar los problemas del país se equiparara a las recetas para adelgazar. Que en la provincia gobierne el PJ desde hace veinte años, prácticamente sin oposición, parece un dato menor de esa realidad que los santafesinos (a tono con el resto del país) no quieren ver. Y menos ciertos políticos, que pregonan la teoría de la “tragedia” para explicar los errores humanos (artilugio verbal que puede tomarse como una forma cínica de elevar a los malhechores a la categoría de dioses del Olimpo).

Un símbolo

Durante treinta años la Biblioteca Nacional fue el símbolo del desinterés porque no se la terminaba. A tal punto que cuando Menem, jactancioso, la inauguró parcialmente, no vaciló en colgar en la entrada un mármol negro con su nombre, como si él fuera el mentor de la cultura y no en cambio el presidente al que por casualidad le tocó inaugurarla luego de años de marchas y contramarchas. Hoy la Biblioteca Nacional, en donde en su momento de desempeñaran Mármol, Groussac, Lugones, y Borges, sigue siendo el símbolo de lo que los sucesivos gobiernos (de facto o democráticos) piensan de la cultura: algo que no se comprende, que no sirve, que no tiene rédito político. Es lógico: poco rédito puede tener para quien ha leído las obras completas de Sócrates o para quien elige agasajar oficialmente a la modelo alemana Claudia Schifer a la misma hora y en el mismo hotel (pero por suerte en otro salón) en que la editorial Planeta entregaba su premio anual de novela. Que al mismo tiempo Ernesto Sabato clamara porque no llegaba a fin de mes era un detalle menor.

Ahora fue el poeta Horacio Salas quien renunció a la dirección de la biblioteca por falta de presupuesto, desidia estatal y presiones de los sindicatos (esas huestes que nada han aprendido de Lech Walesa ni de ningún otro sindicalista en serio del resto del mundo, pero sí han construido un espacio de poder en detrimento de quienes dicen representar: así los cruceros de Cavallieri, o los caballos de Triaca). Y años antes de Salas, y por razones similares, Leda Valladares renunció a la presidencia del Fondo Nacional de las Artes (¿El Fondo tiene fondos?, escribió en Clarín el 27/04/1993). Desde que hace meses el gobierno nacional “prescindió” de Amalita Fortabat como presidenta del Fondo, éste no funciona. Nuestra «cultura en alpargatas», al decir de Abel Posse, sigue siendo una eficiente muestra de la ignorancia. Tilinguismo y ninguneo están a la orden del día. El tiempo pasa y las cosas se mantienen en la misma línea de complaciente desinterés, fomentada tanto por la clase dirigente como por la contribuyente, que no reclama ni exige a los gobernantes que cumplan con su función y legislen como corresponde.

Esta debacle supone la marginación de los creadores serios (al menos de los que se quedan en el país) en beneficio de oscuros “creadores” de día domingo, cuyos aportes a la cultura pasan más por la obsecuencia a un partido o el afán por figurar que por alguna obra relevante. Un dato curioso e ilustrativo: en la novísima sucursal de la SADE en Santo Tomé sólo tres miembros de la comisión directiva han publicado libros.

La demagogia

Hace años que no se convocan las becas de perfeccionamiento artístico que creara el Lic. Julio De Zan en 1991, cuando era Subsecretario de Cultura de la Provincia. La funcionaria saliente, Florencia Lo Celso, no aclaró la razón de este incumplimiento. El funcionario entrante, Raúl Bertone, tampoco.

Los premios trienales de literatura no han sido convocados en 2002 ni en 2003, sin que Lo Celso o Bertone hayan aclarado las razones. Y si bien a Bertone no le compete explicar anomalías previas a su asunción, hay que recordar que integró la Subsecretaría durante la gestión de Enrique Llopis (procesado por fraude cuando ocupaba el cargo y buscado por Interpol).

Bertone presentó su “plan cultural” señalando que el Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española que tendrá lugar en Rosario en noviembre «proyectará a la provincia en el ámbito internacional» (El Litoral, 06/05/04). Señaló también la programación de tres concursos «destinados a artistas, alumnos de escuelas de arte y escolares de toda la provincia», pero no convocó los que ya tienen una tradición y que son, además, los únicos importantes del Estado: Alcides Greca (narrativa), José Pedroni (poesía) y Juan Álvarez (ensayo). En beneficio de Bertone hay que decir que no es el inventor de la estrategia gatopardista por la cual se anuncian con bombos y platillos nuevas cosas para que todo siga igual, sino que se limita a seguir los pasos de cuanto funcionario ha pasado por el ámbito cultural de la provincia. Recordemos los nombres de Esmeralda Gandolla de Estrada, Osvaldo Valli, Jorge Isaías, Enrique Llopis, Florencia Lo Celso. Las gestiones de Estrada, Valli e Isaías no provocaron más que críticas, por lo que fueron removidos o renunciaron luego de un promedio de dos meses cada uno. Además de Julio De Zan, en las últimas décadas fue Domingo Sahda el único funcionario que hizo las cosas en serio.

Sería interesante que Bertone explique en qué consistirá esta pretendida “proyección internacional”, teniendo en cuenta que cuando Llopis organizó el Premio Mercosur de Novela tuvo que ser intimado para pagar los 15.000 pesos del mismo, y considerando que el resto del premio (la edición bilingüe del texto) aún no se ha cumplido. En estas circunstancias es paradójico hablar de una proyección así cuando internacionalmente a la provincia se la conoce por sus yerros e incumplimientos culturales, su desidia en materia de turismo e infraestructura (salvo emprendimientos privados), y por personajes como el ex obispo Storni, el ex juez Brusa, el ex subsecretario Llopis o los ex vicegobernadores Vanrell y Carlos Aurelio Martínez, todos los cuales han tenido o tienen causas penales. O por la inundación de 2003, de la que aún no hay culpables “oficiales”, aunque la sociedad ya los ha señalado y abucheado hasta el hartazgo.

Un sistema perverso

En el artículo Ser estudiante universitario cuesta 15 % más que en 2003 (El Litoral, 10/05/04, p. 11) se blanquea una situación de larga (y triste) data: el robo de los derechos de autor en las facultades y negocios cercanos. Bajo el ambiguo «adquisición de materiales de estudio» en la nota se menciona el costo de las fotocopias, y se calcula que un estudiante necesita unas trescientas por mes. Se aclara que la UNL «otorga becas de fotocopias para los alumnos». Y si bien no se lo dice francamente, cualquiera sabe que esas fotocopias corresponden a libros teóricos o de ficción, con lo cual la Universidad, que debería ser el baluarte del saber y la ética, es quien en primer lugar fomenta el delito al negar los derechos de autor. En la Facultad de Letras abiertamente se copian poemas, cuentos y capítulos con la anuencia explícita de los profesores, que dejan los originales en las fotocopiadoras del Centro de Estudiantes para que se hagan los juegos.

En la misma página hay otra nota, Acciones para fomentar el hábito de la lectura, en donde se mencionan los programas «Leer es fundamental Argentina», «Maratones de lectura» y «Preparados para vivir». Para completar el cuadro en la página siguiente aparece la nota El cuidado de los libros, referido a un curso que desarrolla la Dirección de Cultura de la UNL. Todo esto podría interpretarse como política esquizofrénica: a los niños se les enseña el valor del libro y la lectura, mientras que a los adultos se les inculca que el escritor no existe al privarlo de sus derechos. A la larga se cumplirán los balbuceos posmodernos sobre la muerte del autor: en la universidad lo matan con la indiferencia.

Mal se puede pretender enseñar el amor a la lectura si se vulneran libros y autores. Esta metodología conlleva, además, el correlato de la fragmentación del saber, ya que los estudiantes son incapaces de comprender de dónde procede el texto fotocopiado, y cuando deben citar la fuente no saben qué “libro” se ha estado leyendo. Es también el problema de las antologías convencionales, que parcializan una obra al presentar un “compendio” de muchos libros. La profesora María Cristina Rivero había alertado sobre este problema en un trabajo de campo que realizó con sus alumnos, Literatura regional: la construcción de un supuesto.

Con actitud afín Canal 7 ha pretendido levantar los programas culturales Los siete locos, de Cristina Mucci (17 años en el aire), y El refugio de la cultura, de Osvaldo Quiroga (8 años en el aire), porque «eran vistos por poca gente». Es decir que el Estado actúa como las empresas privadas, guiándose por la oferta y la demanda. Las declaraciones del Secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, reconociendo que «dentro de todos los problemas por los que atraviesa el país, la cultura, con ce mayúscula, no tiene prioridad. No tiene prioridad para el gobierno y tampoco la tiene para mí» (La Nación, 27/05/04), no hace sino avalar y justificar la inactividad del sector. El mismo tipo de explicación se esgrimió en Venado Tuerto cuando los funcionarios señalaron que «uno de los lineamientos principales de la Secretaría de Cultura de la Provincia es la necesidad de priorizar proyectos y programas relacionados con la generación de empleo y recursos económicos» (El Litoral, 24/05/04).

No deja de ser llamativo este cúmulo de barbarismos y contradicciones. Pero así como es llamativo es también síntoma de una ausencia: Argentina (y la provincia) carece de una política de Estado en materia de cultura, y los gobiernos y funcionarios actúan al vaivén de las modas, aplicando parches e inventando cosas, cuando el proceso debería ser exactamente al revés: diseñar una política de cultura a largo plazo, consensuar proyectos, organizar, en suma, un modelo de nación. Pensar la cultura es también pensar la educación. Pensar ambas es pensar un país. Pensar es también hacer.

© Carlos O. Antognazzi

Escritor.

Santo Tomé, mayo de 2004.

Publicado en la revista “Hoy y mañana” Nº 42 (Santa Fe, Argentina, junio de 2004), y diario Castellanos (Rafaela, Santa Fe, Argentina, 25/06/04). Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2004.

Este artculo tiene del autor.

1398

   © 2003- 2023 Mundo Cultural Hispano

 


Mundo Cultural Hispano es un medio plural, democrtico y abierto. No comparte, forzosamente, las opiniones vertidas en los artculos publicados y/o reproducidos en este portal y no se hace responsable de las mismas ni de sus consecuencias.


SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0