Ardo en oscura llamarada,
Sólo los eternos conocemos del fuego negro
Que devora las entrañas de la tierra.
Renazco, vivo mi ocaso, muero...
En este existir interminable
Atravesando eras,
Sin envejecer,
Eternamente renovado.
He vivido tanto, tanto he vivido:
Tempestades y calmas,
Maremotos, playas idÃlicas,
Muerte de doncellas, presagios,
Batallas injustas, cantares, poemas,
Torturas, caricias, eclipses,
Celebraciones, duelos, llantos,
Adioses, retornos, risas,
Amores y olvidos.
Con el ir y venir del equinoccio
Continúan naciendo reyes, reinas,
Putas y mendigos,
Que al morir vuelven a la tierra
Siendo simple abono
De flores futuras.
Mientras yo permanezco
Inflexible, invariable,
Armonioso, perfecto, sin mácula,
Esperando ese dÃa
En que alguien, por azar,
Disperse de un soplo mis cenizas al viento
Y éste las lleve tan lejos
Una de otra, tan distantes
Como estrellas,
Para que nunca más puedan reunirse.
He visto tanto, tanto he visto,
Que he aprendido
Que no vale la pena
Vivir para siempre.