Impávido ante las olas,
inquieto ante su voz,
confundo las amapolas
con cualquier otra flor.
Me parece igual su risa,
igual su forma de llorar,
su mirada, me lo dice todo;
Empantanado y no lo parecÃa
empantanado y yo que no querÃa,...
¡no!, que ¡no! Por favor, -repetÃa-
Hasta el cuello, y no me apetecÃa,
me despide y yo que
me muero, me vuelve a despedir
y yo a penas me acerco.
Impávido ante su sombra, inquieto
ante su cola, solo, como una
caracola,
quizá no merezca continuar con esto...