Me provoca
escalar desde tus muslos
hasta la cumbre
del Monte de Venus,
perderme en la espesura
del Mato Grosso
y adivinar el fuego
del espeleo,
que,
paradójicamente,
se enciende humedecido.
Me provoca,
como rollo de pianola,
ser jalado
por cada estalagmita tuya,
por esos dientes mágicos
que saben arrancarme
la compleja sinfonÃa
de sonidos primitivos.
Me provoca
esquiar tus senos,
cuesto abajo en la fÃsica,
cuesta arriba en el placer,
y, (...)