Es el viernes 11 de febrero. Roxana, mi esposa, está sentada a la computadora, supuestamente atenta a mecanografiar las repuestas de Elvira. Sin embargo, la entrevista se sale de control porque mis preguntas son sólo el acicate para que ellas cotorreen de lo lindo. Nunca en mi vida habÃa escuchado tantas veces juntas el nombre de Catita Recavarren, amiga entrañable tanto de Elvira como de Piedad de la Jara, tÃa de Roxana. A pesar de ser el "intruso" en esta conversación, finalmente (...)