Cerca de las Navidades, fui con mi hija de cinco años a una tienda de velas decorativas y ella preguntó el precio de todas. La dependienta, en un derroche de amabilidad, le explicó con calma, incluso consultó los catálogos de las que habÃan llegado nuevas. En vista de que aquello era "la historia interminable", le dije: - Sarah, vamos, si de todos modos no tienes dinero para comprarlas. Mirándome muy seria, con expresión ofendida, me respondió: - ¿Quién te dijo que no? ¡Si yo (...)