De qué color era la noche, no me acuerdo. Pero no estaba en el anochecer de Walpurgis, en la Fiesta de Santa Walburga, o en el pagano y absurdo aquelarre de Halloween, rindiéndole culto a Samhai, en el Dfa de Todos los Santos. No habfa brujas ni diablos presuntos, y el candelabro, prendido de luciémagas y nenúfares, palpitaba reclamando un entendido. No merodeaba los alrededores el necio Ahrimán devastando, con su fango de chiquero, las tinieblas. Y tampoco estaba el pitón, la (...)