Habitar el útero del mundo, su meollo, su memoria. Es decir, consagrarse a la gozosa celebración de los sitios de convivencia colectiva. Ubicar en el centro de la escena las vicisitudes sociales como las verdaderas generadoras de los lugares y de la historia. O sea, esgrimir y potenciar la percepción de lo profundo en los contextos cotidianos y ambientales como una forma sutil de la creación literaria de espacios imaginarios. Creación y ámbitos que navegan sobre el surco de una realidad (...)