Cuando Victoriano Alcántara cerró la puerta, un escalofrÃo trepando por su espalda le mordió la nuca como un reptÃl fantástico. Afuera la noche ensanchaba sus latidos sobre los perros atentos. Un viento negro escurrÃa de prisa su largo vestido.Entre bota y bota sonando como tambor lejano contra el piso, la casa callaba meciendo un oleaje de penumbras.El hombre bajo la toalla se miró de nuevo en el espejo. Sólo un breve gesto tenso, todavÃa. Sin importancia. Sin rastros de sangre, (...)