“La ciudad es como una boa constrictor, todo lo traga y alguna vez lo digiere” pensó RuÃz, cuando abandonó el edificio de oficinas donde trabajaba. Hasta el ascensor, que se arrojaba sin frenos veinte pisos abajo, era una suerte de cámara, donde los indefensos pasajeros, ni siquiera se miraban unos a otros, antes de ser devorados por la noche incipiente en una llamarada de luces arrojadas por los carteles de neón. El escenario fantasmal del todo se puede, menos vivir.RuÃz (...)