Todo el dÃa, él tenÃa el celular.En el desayuno, llegaba primero que los platos de comida, en el almuerzo y cena era igual.No descansaba , ni por un instante, dale que dale a las teclas, que ya las tenÃa medio borrosas, de tanto manosearlas.Ya todos nos acostumbramos a su presencia, a los pitidos incesantes. Los unos salidos de quien sabe donde y los otros, timbres interminables que sonaban por doquier.Cuando nos encontrábamos bajo los embrujos de Morfeo, el sonido del timbre nos (...)