El mar era un espejo del cielo. La dúlcida y almibarada brisa marina con su penetrante aroma salobre envolvÃa aquel espacio de roqueños acantilados y playas rectilÃneas y falciformes. El mar con su gama cromática de azules, y su ácuea naturaleza cambiante, dejaba visible una extensión amplia y dilatada, que se prolongaba hasta el lejano piélago. La Isla Grossa y un escabroso y quebrado farallón propincuo, despuntaban en el apaisado horizonte marino.
Frente al Cabo de Palos, a (...)