Desde el Valle de la Orotava, un espléndido vergel, una alfombra esmeralda y jalde, tendida a los pies del coloso Teide, donde predominan las plataneras más selectas, se vislumbra en la lontananza de las alturas la inconfundible y mayestática silueta del gigante, que despunta impertérrito en un nÃtido y cerúleo cielo. Tras abandonar el teleférico en la zona conocida como la Rambleta a unos tres mil quinientos metros de altura, tan solo nos separan de la cumbre casi perpetuamente (...)