Aquél que está mirando, aquél de enfrente, no es usted. Podrá decir que la cara está rotulada siguiendo las mismas pautas, las mismas cuencas, los mismos llanos. Pero no. En la otra margen, en el otro extremo de aquella realidad mÃmica, usted no habita. Usted se encuentra aquÃ. Allá sólo hay un retrato suyo, móvil, grabado en la superficie del cristal, y, más allá, un usted ajeno, un usted que ha imaginado, pero que no siente, ni ve, ni habla, aunque finge hacerlo. Un usted que (...)