La voz, en la radio, sonó gutural. Ella se encendió. No sabÃa por qué esta vez. Otras, creyó que sus urgencias coincidÃan. Pero ahora, era distinto. Se sintió desnuda. Inerme. Alguien rasgaba, sin permiso, los velos de su pudor, malamente conservado. Se resistió en la penumbra del cuarto. Procuraba, siempre, de las luces de neón que ingresaban transgresoras por la ventana, la concesión, cuando podÃan diluir situaciones extremas y su exploración maquinal, la superaba. Esta (...)