El galgo -esculpido en bronce-, se erguÃa sobre los techos altos del castillo. Una muestra de poderÃo que imponÃa limites y marcaba territorios. Sólo algunos habitantes podÃan traducir la sensación, puesto que para todos era único en su especie. Sus propietarios los Ibañez Calderón, gente de alcurnia, irreprochable linaje y misteriosas leyendas, habÃan cruzado, obsesivos, buscando la experiencia tonal con otros, hasta lograr una raza capaz de provocar curiosidad y espanto. (...)