Paloma levantó la tapa. La boca del cofre se abrió para respirar, repleto por el ahogo de tantas palabras estacionadas; introdujo la carta, la asfixió junto a las demás, otra vez llegó la oscuridad, le puso llave y salió de la habitación, clausurándola con otro cerrojo. Pasó por el corredor que comunicaba al baño, se detuvo; Marcos estaba frente al espejo. Una espuma blanca ocultaba parte de su rostro, todo un paisaje nevado. La máquina de afeitar subÃa y bajaba, esa huella (...)