Furtiva, se desliza... la mano. TÃmidamente rozo su uña, se deja hacer. Un nuevo intento; acaricio su meñique, continuo con su blancos y tersos dedos. Suavemente, acaricio su mano, como si mis dedos fuesen plumas que rozasen su piel. Ahora toda su mano parece cobrar vida. Sus dedos se agilizan y quieren asir con rapidez los mÃos. Se mueven sabiamente, toca los intersticios de mis dedos y va hacia el Ãndice, quedándose con la punta de mi dedo entre los suyos, acaricia la yema, (...)