El lunes de pascua de 1536, Carlos V –flamenco, alemán, borgoñón y, ya desde que pisara tierra española, español hasta el final de sus dÃas– habla como emperador en Roma ante el Papa, su corte y los embajadores extranjeros y lo hace en el idioma que ha hecho suyo. El obispo de Mâcon, embajador de Francia, se queja de no entender y el Emperador responde: «Señor Obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mà otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan (...)