LA PLAYA DE LA ALMADRABA
Aquellas embarcaciones eran mecidas por el capricho de las olas del mar. Se balanceaban a barlovento y sotavento, siguiendo una rÃtmica y acompasada cadencia. Se trataba de un movimiento persistente incesante y sempiterno. Contiguo a las lanchas se erigÃa, un luengo y apaisado espigón. La rocosa escollera servÃa de refugio a una singular y heterogénea flotilla, formada por la Caleta, Marsol, Calma, Samara, el Calypso y otras barquichuelas denombradas.
El (...)