No puede ser verdad. Me niego a creer que las vÃctimas del terrorismo utilicen el perenne duelo nacional por sus muertos para servir al poder derrotado. Ni siquiera en estos tiempos en que se vende hasta la propia dignidad, puedo inclinar mis pensamientos hacia el lado opuesto de la razón. Sin embargo, cómo no meditar sobre las bajezas humanas, los arribistas dispuestos en cualquier momento a obtener provecho del obligado silencio de los mártires. ¿Acaso -me pregunto- no existe (...)