Allá en los años mozos, fui cajero de banco. Recuerdo, entre los clientes, a un fabricante de camisas. El gerente del banco le renovaba los préstamos por pura piedad. El pobre camisero vivÃa en perpetua zozobra. Sus camisas no estaban mal pero nadie las compraba. Una noche, el camisero fue visitado por un ángel. Al amanecer, cuando despertó, estaba iluminado. Se levantó de un salto. Lo primero que hizo fue cambiar el nombre de su empresa, que pasó a llamarse Uruguay Sociedad (...)