La ciudad de miel y de canela palpita en la antesala del recuerdo; se desnuda, hembra de cadera suelta y se estremece, bajo sus cabellos hilados de fuentes en el anuncio que inunda el corazón. Se mueve la ciudad de ardiente seno como maraca zumbadora agitando su collar de insólita semilla. Consagrados en evangelio de juerga y de matices, entre reyes y reinas de dulzor; los hombres y mujeres, los niños, los ancianos y los perros, fulguran al calor de una gran cesta continente de luz. (...)