Después de dos semanas de fútbol sin tregua, el viernes veintisiete hubo una pausa que marcaba la frontera entre el final de la fase de grupos y el comienzo de los cruces eliminatorios.
Y es precisamente esa jornada de recreo la que define al espectador insaciable. Solo a su especie se le antoja eterna tan breve espera. Quiere más. Catorce dÃas de partidos no bastan al hincha incontinente, que notará un vacÃo en el estómago, un rugir de entrañas protestando, el (...)