Llegan las noches y me cuesta cenar. Cenan primero los niños y cuando me toca hacer algo para mÃ, me quedo embobado mirando la nevera abierta sin que me apetezca nada de lo que veo. Antes me lanzaba a las pizzas congeladas y las bolsas de nachos como si no hubiera un mañana. ¿Me habrán anulado algún tipo de sinapsis cerebral con tanto batido proteico y he perdido para siempre la ilusión por las gorrinerÃas? Definitivamente, necesito largarme al norte unos cuantos dÃas a (...)