A mi padre, don José Manuel AgustÃn: in memoriam...
Cuando abrió los ojos, La Avenida se expandió como un inconmensurable plano.
Su gigantesca extensión fue desbordada aún más porque estaba desierta. La lÃnea de edificios que intentaba demarcar sus lÃmites, se alargaba también en horizontes sin fronteras, imposibles de entrever, pues, la nube (oscura) que comenzara a acotarlo todo, desdibujaba los bordes de muros, balcones, ventanas, antenas y tanques de agua, (...)