VIVÃA el tonto Ginés en un chamizo que los pastores habÃan abandonado, en la ladera de una loma, junto a lo que antaño fueran ricos pastizales. Por la techumbre de palos entretejidos con cañas y cubierta de ramas, se colaba el agua de lluvia. Alguna que otra vez, sobre todo después de que el turbión hiciera estragos por toda la choza, se armaba de valor el infeliz y reparaba, como Dios le daba a entender, los desperfectos. CubrÃa de barro, cañas, ramas y maderos, las numerosas (...)