Regresaba cierta noche, la del 20 de julio de 2010, de visitar a un amigo y tuve que cruzar por Virgen de la Capilla. Al pasar por delante de la puerta de la zapaterÃa cubero justo en la parada de taxis -a esas horas de la noche, no habÃa ningún coche-, me encontré a un hombre de rasgos sudamericanos de unos treinta años tumbado en el suelo.