Desde aquel elevado sendero exuberante de vegetación, se vislumbraba en la hondonada del valle el premioso discurrir del río Neckar, un curso fluvial, que encalma sus aguas a su paso por la localidad de Heidelberg, como si quisiera que cada instante fuera infinito, y así poder disfrutar indefinidamente, contemplando la excelsa belleza de sus medievales calles, sus prístinas iglesias, y sus pétreos puentes dorados. La intrincada miscelánea de tejados a dos aguas, satinados y relucientes (...)