La habitación conservaba ese modernismo casi magnético que invadió a Barcelona a principios de siglo pasado, tanto que parecÃa haberse desprendido de la propia Casa Batlló. En el interior, tendido en el mueble finamente contorneado, el paciente perdió la vista en el prolongado paseo de los Jardines de Aranjuez, cuya replica estampaba una de las paredes, mientras el hipnotista prosiguió envolviéndolo con frases preparadas que lo fueron encapsulando en un tibio halo de somnolencia. (...)