La modernidad se ha convertido en una palabra maldita o por lo menos desahuciada, que a duras penas sobrevive insuficiente, subordinada, en la posmodernidad, el término que ocupa el lugar que durante tantas décadas ocupó en la cultura y en los debates de época su equivalente: los tiempos modernos. Pero aún asÃ, aún aceptando que la modernidad es asunto del pasado, no hay más remedio que acudir de nuevo a ella para ocuparse con propiedad de dos pintores, de dos artistas, que (...)