Detrás del biombo cristalino en un cuarto del lupanar, observaba tus ojos chinos como estrellas centellear. Te bajé tu enagua de lino, tu cuerpo empecé a besar; jamás sentà cutis tan fino como seda en mi piel rozar. Agradecido ante el destino por afortunado avatar, brindé con mi copa de vino a tu belleza sin igual. Del beso al amor repentino erigimos tú y yo: un altar. Iluso sueño vespertino: méceme y déjame soñar... ©1996, Ernesto Con, "El Poeta de la Periferia". De (...)