He sentido tu rabia y he venido a verte.
Te muestro la mÃa para que lloremos juntos,
para unir nuestros gritos, esconder nuestras lágrimas
y hacernos más fuertes.
Tu rabia, espuma de coral, copula con las rocas
preñándolas de nadas.
La mÃa, palabras que nadie escucha,
se hunde en la noche buscando una nueva Itaca.
Los dos, sin necesidad de hablarnos, casi sin mirarnos
ni oÃrnos, solo sintiéndonos nuestros latidos,
de agua el mÃo y barro el tuyo,
sabemos lo que es esperar, sin esperar nada,
sabemos lo que es mirar mas allá del horizonte,
sabemos lo que es pelear a pecho descubierto,
y morir riendo.
Los dos, en ese instante, entre un atardecer y
su anochecer, cuando todo se detiene,
sin mirar atrás, ya sin rabia, nos daremos la mano
y ,como las hojas en el otoño, nos dejaremos llevar
donde el sol se oculta a esperar un nuevo mañana.
Baza, Mojacar, Baza 28 de agosto de 2006