Mucho mejor con Karlos en casa y mucho mejor con mi chutazo de dopamina. Me pasé la noche llorando como un mariquita. Era mi momento porque Simón estaba dormido, hacÃa un frÃo del carajo, no estaba Diplodocus, me habÃa dado de hostias con mi jefe... Era, completamente, mi momento. Me dió un poco igual que Karlos llevara encima tres dÃas de adobo chotuno. Allà me agarré, allà me quedé. Tan concienzudamente que tuvo que arrastrarme a su ducha, como si fuera una garrapata afgana. (...)